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23 October 2014

EN FASES CRÓNICAS, LOS SISTEMAS SANITARIOS Y SOCIALES PARTICIPAN MINORITARIAMENTE EN EL CUIDADO DE LAS PERSONAS QUE HAN SUFRIDO UN ICTUS

El ictus es la causa más importante de discapacidad a largo plazo en el adulto. A los seis meses de haber sufrido un ictus, el 26.1% de los pacientes ha fallecido y, entre los supervivientes, más del 44% queda con una dependencia funcional. A pesar de estos datos, según explica el doctor Luis Gangoiti, director médico del Instituto de Rehabilitación Neurológica NeuroMadrid, “en las fases crónicas, los sistemas formales sanitarios y sociales participan de una forma minoritaria en los cuidados continuados de las personas que han sufrido ictus y que son total o parcialmente dependientes”. Así, agrega, “existen casi 130.000 pacientes que tienen una persona a su cuidado tras un ictus y el número de cuidadores informales, que no reciben prestación monetaria por sus servicios, se estima en casi 115.000.

El doctor Gangoiti recuerda que según datos de la Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España existen 811.746 mayores de 65 años con una dependencia causada por ictus, lo que supone el 73% de los dependientes totales en España.

En la mayor parte de los casos, la prestación de estos cuidados, argumenta, se realiza por parte de la familia, los amigos, los vecinos u otras personas que no reciben ninguna contribución económica por la ayuda que proporcionan. “Tradicionalmente, este sistema no remunerado de cuidados está basado en las relaciones de amistad o parentesco, y suele interpretarse como un recurso carente de valor. Al realizarse en el ámbito de la vivienda familiar, se asume como parte de las denominadas tareas domésticas, asociándose con un determinado rol de género que afecta fundamentalmente a las mujeres”, apunta el experto.

Se trata, a su juicio, de un ‘sistema invisible de atención a la dependencia’ que complica el análisis profesional de sus costes, ya que “apenas hay estudios en la literatura médica que calculen el tiempo de cuidado informal y su coste en los pacientes con ictus”. En nuestro país, un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), liderado por la catedrática de Sociología María Ángeles Durán, cifra en un 80% los pacientes de ictus con secuelas graves o severas que requieren ayuda para realizar las actividades de la vida cotidiana. En este sentido, manifiesta el doctor Gangoiti, estos pacientes no pueden quedarse solos más de una o dos horas al día, por lo que los cuidadores principales tienen que trasladarse al domicilio del enfermo o bien acogerlo en su propio hogar. En muchas ocasiones, debe abandonar parcial o totalmente su empleo.

Además, este cuidador termina sufriendo un agotamiento físico y psicológico máximo porque se reduce su tiempo de descanso. Esta situación, denominada síndrome de sobrecarga del cuidador, concluye con un tercio de los mismos bajo tratamiento farmacológico y psiquiátrico por ansiedad y depresión.

Así, uno de los pocos análisis sobre los costes realizados en España data del 2005. La Revista de Neurología publicó un estudio sobre los costes de esta enfermedad cerebrovascular, “estimando los costes de los cuidados informales en pacientes con una dependencia grave en 24.000 euros por año”.

Avances en el tratamiento
Para el doctor Gangoiti, la mejor alternativa, una vez se ha producido el ictus, es tratar de minimizar sus consecuencias. Por ello, en NeuroMadrid se “utiliza la neurorrehabilitación como proceso activo en el que el uso combinado de medidas médicas terapéuticas, sociales, psicológicas, educativas y vocacionales que están orientadas a recuperar y/o compensar las capacidades funcionales alteradas, mejorar la autonomía personal del daño cerebral y, de este modo, conseguir la mejor integración familiar, socioeconómica, escolar y laboral del lesionado y de su entorno, con el fin de mejorar su calidad de vida”.

En los últimos años, explica el director médico de NeuroMadrid, los avances en el ámbito de la neurorrehabilitación han venido de la mano de las nuevas tecnologías, lo que ha abierto una puerta a la mejora de técnicas ya existentes y ha permitido el desarrollo de otras más innovadoras. Destacan, por ejemplo, “las técnicas aplicadas al reaprendizaje motor orientado a tareas específicas, que requieren volver a enseñar al paciente estrategias eficaces para conseguir movimientos funcionales adaptados al entorno”.

Asimismo, resalta que la “utilización de la informática y de novedosas tecnologías ha brindado nuevas posibilidades de acción, principalmente para la rehabilitación neuropsicológica o logopédica; la utilización de estimulación eléctrica funcional, o la realidad virtual, además de técnicas de neuroestimulación, como la estimulación magnética transcraneal repetitiva (TMS) y neuromodulación, que producen incrementos en la actividad cerebral en áreas lesionadas, ofreciendo prometedoras vías para la reorganización cerebral, presentes sólo en centros avanzados y monográficos de tratamiento neurorrehabilitador”.

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