Casi la totalidad de los dolores que se
reflejan en la veintena de fotografías expuestas las provoca el hombre. El
recibidor del Hospital sevillano se convierte en un testigo directo de las
atrocidades que provocamos los humanos sobre nosotros mismos. Desde la ablación
en África, hasta la prostitución infantil en Brasil. Desde las mujeres con las
caras quemadas por ácido de Bangladesh hasta las atrocidades que provocaron las
diversas invasiones de Irak en los más pequeños.
El fotoperidista Kim
Manresa expone hasta el próximo 4 de noviembre 20 fotografías que reflejan el
dolor en el mundo, producto de sus viajes. No sabe hablar inglés, no tiene
carnet de conducir, no sabe nadar
pero ha visitado uno por uno todos los países de este mundo. Ha cruzado
el Amazonas, el Nilo o el Misisipi. Y se ha entrevistado con todos los premios
Nobel de literatura vivos. Sólo sabe hacer fotografías.
Pero su mirada le ha
llevado a obtener 7 premios Fotopress, a que uno de sus reportajes (La ablación
en África) esté considerado como uno de los 100 mejores reportajes del siglo XX
o a que la UNESCO lo haya elegido como el fotógrafo que debe recoger de 100 países
el patrimonio cultural inmaterial de la humanidad y guardarlo en un archivo
antes de que se pierda.
Unidad del Dolor
Hace un año se puso en
marcha la Unidad del Dolor en el Hospital Nisa Sevilla-Aljarafe bajo la
dirección del doctor Miguel Ángel Merino, ante la necesidad de atender de forma
más adecuada a una tipología de pacientes muy comunes en todos los hospitales.
“El
desconocimiento lleva a muchas personas que se levantan y acuestan cada día con
dolor a resignarse por miedo a consumir fármacos que asocian a la adicción a
las drogas”, reconoce el doctor Merino. Sin embargo, “distintos estudios
evidencian el bajo nivel de adicción a los fármacos opioides; entre uno y tres casos de cada 12.000”.
Las
técnicas mínimamente invasivas, también denominadas de cuarto escalón, pueden
ser un aliado de gran utilidad en este cometido de acabar con el dolor crónico
de las personas. El avance en este terreno ha sido, según apunta el Dr. Merino,
“espectacular”.
Y así,
“mientras que la radiofrecuencia clásica lograba bloquear la función
transmisora del dolor mediante la ablación (la destrucción del nervio), lo que a la larga podía generar
un dolor neuropático, hoy la radiofrecuencia pulsada permite una neuromodulación
con un resultado menos lesivo para el nervio”.
El
avance del resto de técnicas para el control del dolor -neuroestimuladores,
bombas, iontoforesis, etc.- ha descrito una línea similar que las ha convertido
en métodos “inteligentes” capaces de modular su acción y frecuencia en función
de las necesidades de cada paciente y acabar con dolores de varios años de
duración.
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