La nutrición tiene un papel
fundamental en la prevención o el manejo
de enfermedades crónicas como la obesidad, las enfermedades
cardiovasculares, la diabetes, el cáncer, las enfermedades inflamatorias y
óseas (osteoporosis) y neurodegenerativas, según la evidencia creciente que se
presentará y discutirá en el próximo 20º
Congreso Internacional de Nutrición, que se celebrará del 15 al 20 de septiembre en Granada.
En su conjunto, todas estas
enfermedades suponen la principal causa de muerte a nivel mundial, de ahí que
el conocimiento de cómo la nutrición puede influir en su prevención o sobre su
desarrollo tiene un importante valor desde el punto de vista de la salud
pública.
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad
en Europa, siendo las responsables de
cerca de la mitad de las muertes (42% en Europa). En España, más de tres de
cada diez fallecimientos se deben a estas patologías, que incluyen, entre
otras, el infarto, el ictus o los tromboembolismos.
“Una dieta malsana, la inactividad
física, el consumo de tabaco y el consumo nocivo de alcohol son las causas más
importantes y modificables de cardiopatía y accidente cerebrovasculares y
responsables del 80% de casos”, ha señalado el Prof. Ángel Gil, presidente del 20º Congreso
Internacional de Nutrición.
Para el profesor Gil, “los efectos de
las dietas malsanas y de la inactividad física pueden manifestarse por aumentos
de la tensión arterial, la glucosa y los lípidos de la sangre, sobrepeso u
obesidad. Hay estudios que demuestran que el cese de consumo de tabaco, la
reducción de la sal en la dieta, el consumo de frutas y hortalizas, la
actividad física regular y un consumo no excesivo de alcohol reducen el riesgo
de estas enfermedades”, ha concluido el Prof. Gil.
El cáncer es
otra de las patologías que, en algunos de sus tipos, puede estar influida por
la dieta. Las
grasas de la dieta se han relacionado en humanos con diferentes tipos de cáncer
(próstata, colon y mama). En el otro extremo, podrían actuar como protectores sustancias
con potencial antioxidante, como las vitaminas A, C y E, compuestos fenólicos,
compuestos sulfhídricos y algunos alimentos como el té, la piel de naranja y
ciertas frutas y vegetales. Igualmente, los inhibidores de las prostaglandinas,
como el ácido eicosapentanoico, procedente del pescado, y las grasas
monoinsaturadas, como el aceite de oliva, tienen un efecto protector.
Obesidad:
problema de salud pública
De entre todos los problemas de salud
pública a los que nos enfrentamos, la obesidad
es uno de los principales en los países desarrollados y ya está considerada por
la OMS como una epidemia del siglo XXI.
En
las personas con obesidad, definida como un exceso de peso debido a la
acumulación de masa grasa, son frecuentes las alteraciones del comportamiento
alimentario que van desde los hábitos alimentarios inadecuados (picoteo,
afición a los dulces,…), la costumbre de comer deprisa y de forma compulsiva o
el hábito de levantarse a comer durante la noche (night eating syndrome) hasta ciertos trastornos cíclicos como el
síndrome premenstrual, todos ellos asociados al consumo compulsivo de hidratos
de carbono.
La
obesidad es, además, el factor de riesgo más importante para la aparición de la diabetes tipo 2. La diabetes mellitus
se considera como uno de los problemas principales de salud a escala mundial y
en su control la nutrición juega un papel fundamental. No existe una dieta
ideal única para la persona con diabetes, aunque está demostrado que un exceso de
hidratos de carbono puede empeorar la glucemia; un alto aporte de grasa puede
aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular y un gran aporte de proteína en
la dieta puede empeorar la nefropatía diabética.
Las
enfermedades neurodegenerativas
también están estrechamente relacionadas con la nutrición. “La obesidad, la
ingesta excesiva de colesterol y de grasa saturada favorecen el desarrollo de
enfermedad arterioesclerótica y enfermedad vascular cerebral. También se ha
relacionado un consumo excesivo de grasa saturada con la enfermedad de
Parkinson y con la esclerosis lateral amiotrófica”, ha comentado el Prof. Gil,
que explica que “la deficiencia de vitamina D favorece el desarrollo de
enfermedades de base inmunológica, entre ellas la esclerosis múltiple. En
cuanto a la ingesta de vitamina E, se ha observado un efecto protector frente
el desarrollo de esclerosis lateral amiotrófica y de enfermedad de Parkinson,
que no se ha confirmado en estudios de suplementación”.
En
otras enfermedades crónicas, como la enfermedad
inflamatoria intestinal, una alimentación adecuada puede ayudar a prevenir
y corregir la desnutrición asociada a esta mejorando los síntomas de la
enfermedad (dolor abdominal, diarrea, etc.). “En la actualidad,
no se dispone de evidencias suficientemente convincentes que incriminen a
ningún alimento en el desencadenamiento, perpetuación o empeoramiento de la
actividad inflamatoria. En consecuencia, y teniendo en cuenta la necesidad de
prevenir los déficits nutricionales, los pacientes con colitis ulcerosa o
enfermedad de Crohn en brote deberían evitar sólo aquellos alimentos que de
forma reiterada y sistemática aumenten sus síntomas”, ha comentado el Prof. Gil,
que ha destacado que la mayor controversia la suscitan dos alimentos en
concreto: los lácteos y la fibra.
Por
último, la salud ósea y la prevención de factores de riesgo de fracturas, como
la osteoporosis, también están muy influenciados
por lo que ingerimos. “Los hábitos nutricionales y de estilo de vida adquiridos
en la infancia ayudan a conseguir la mejor situación ósea posible para la edad
madura si se realiza una dieta variada y se evitan tóxicos como fumar o beber
alcohol”, ha explicado el Prof. Gil. Las vitaminas K, C y, por supuesto, la
vitamina D se relacionan con la formación de la masa ósea, por lo que se ha
sugerido que la dieta, durante la infancia y adolescencia, debe ser rica en
frutas y verduras, que contienen estas vitaminas, así como recibir una adecuada
exposición solar. Asimismo, los minerales como el calcio, fósforo y magnesio
son necesarios para una mineralización ósea adecuada y deben ser aportados
mayoritariamente por la dieta.
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