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19 June 2013

Un 40% de los pacientes anticoagulados teme sufrir una hemorragia o un ictus

 El 40% de los pacientes anticoagulados teme sufrir una hemorragia o un ictus y uno de cada tres tiene pensamientos negativos sobre su futuro. Esta es una de las conclusiones del Estudio del Perfil Sociosanitario del Paciente Anticoagulado en España, realizado por la Federación Española de Asociaciones de Anticoagulados (FEASAN) con el apoyo de Pfizer y Bristol-Myers Squibb. El estudio, basado en 388 encuestas a pacientes realizadas en 31 centros de 9 provincias, recoge las percepciones de los propios pacientes anticoagulados sobre su tratamiento y calidad de vida y sobre sus necesidades actuales. El control del nivel de la coagulación ocupa un lugar primordial en la vida de estos pacientes, más difícil de conseguir cuanta más edad tienen. El estudio completo está disponible enwww.anticoagulados.info.

“En los últimos años se han disparado hasta niveles casi epidémicos los factores de riesgo cardiovasculares, en especial  la diabetes y la obesidad, que junto con la hipertensión, son los principales factores determinantes para la fibrilación auricular y el ictus”, asegura el doctor José María Lobos, responsable del área cardiovascular de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC). Este hecho, unido al aumento de la esperanza de vida y a que la supervivencia tras un evento cardiaco es ahora mucho mayor que hace años, ha provocado que se amplíe considerablemente la horquilla de edad de los pacientes que toman anticoagulantes por fibrilación auricular, una patología cuya prevalencia está aumentando.  Por un lado, un 25% de los anticoagulados tiene menos de 65 años y por otro, el 41% tiene más de 75 años.

El 55% de las personas en tratamiento con anticoagulantes padece fibrilación auricular no valvular; un 23% adicional tiene prótesis valvular o valvulopatía, y el 16% ha sufrido una embolia pulmonar o trombosis venosa. Además, casi el 87% son pacientes pluripatológicos. Según se desprende del estudio, el 88% de los pacientes toma acenocumarol (Sintrom®) y, a pesar de que está satisfecho con el tratamiento que recibe, el 12% manifiesta dificultades para la realización de los controles periódicos. El 40% de los pacientes teme sufrir una hemorragia y uno de cada tres tiene pensamientos negativos sobre su futuro. Estos datos evidencian la influencia que el tratamiento y la propia enfermedad asociada pueden tener sobre la salud emocional de estos pacientes.

Los pacientes con tratamiento anticoagulante clásico tienen que desplazarse al menos mensualmente a su centro de salud para hacerse controles periódicos de su nivel de coagulación, lo que les ocupa toda la mañana y, a veces, un día completo si tienen que volver por la tarde a recoger los resultados de las pruebas. Por eso, el presidente de FEASAN, Luciano Arochena, solicita igualdad de acceso en todas las comunidades autónomas para poder acceder al tratamiento personalizado en función de su perfil clínico y necesidades. “Este estudio ha evidenciado como mínimo tres grupos de pacientes con perfiles diferentes. Los pacientes junto con nuestro médico, debemos poder decidir cuál es el tratamiento que mejor se adata a nuestras necesidades y autogestionar nuestra salud”.

Pacientes ancianos, “difíciles e inestables”
La doctora María Angeles Fernández, asesora científica de FEASAN y directora científica  del estudio, explica que en los pacientes ancianos es muy difícil mantener los niveles de coagulación en rango debido a que el árbol vascular se encuentra ya deteriorado. Esto obliga a un seguimiento muy estrecho puesto que son pacientes“difíciles e inestables”.

La mayoría de los pacientes (90%) acude al centro de salud para someterse a controles periódicos de coagulación, y el 12% manifiesta tener algún tipo de dificultad para realizarlos, bien porque tienen que desplazarse lejos de su domicilio (5%), o porque tienen que hacer más de una visita para tener el control completo (3,4%), entre otros factores.

El estudio refleja que el 7,5% de los pacientes ha sufrido una hemorragia o una trombosis en los últimos seis meses. Luciano Arochena lamenta que “cincuenta años después del inicio del tratamiento anticoagulante estemos con unas tasas de complicaciones tan graves como el ictus”. Es importante incidir en la adherencia terapéutica. Arochena afirma que “las acciones de educación sanitaria empoderan al paciente, lo convierten en un elemento activo, en un agente corresponsable de su propia enfermedad”.

El doctor José María Lobos señala que en torno a un 66% de los pacientes que está tomando un tratamiento anticoagulante está bien controlado, según datos del estudio FIATE.“Cuando un paciente se sale de los rangos recomendados hay que preguntarse si ha tomado bien la medicación o si ha tomado algún fármaco o alimento que interfiera”, señalaNo obstante, asegura que “a menudo no encontramos una causa que lo justifique;  hay un porcentaje de pacientes que a pesar de seguir bien las pautas no consigue mantenerse en rango durante un mínimo aceptable de controles, y sabemos que esto se debe a múltiples causas, desde las propias características de estos fármacos hasta aspectos metabólicos complejos y factores genéticos”.

En la actualidad se considera que un paciente está bien controlado cuando en el 70% de los análisis tiene los niveles en rango. La doctora Fernández lamenta que para que puedan prescribirse los nuevos anticoagulantes sea necesario que el paciente haya estado fuera de rango al menos tres meses, lo que en su opinión supone “un riesgo altísimo”. “Hay que tener en cuenta que un ictus en una persona mayor supone un enorme coste sanitario y social”, sostiene.

A pesar de todo, el 96,4% de los anticoagulados se siente bien atendido por los servicios sociosanitarios, aunque el 35% expresa que le gustaría tener más información sobre su tratamiento. El 95% de los pacientes la recibe del profesional sanitario. “Por desgracia, tal y como están las consultas hoy en día, el profesional apenas tiene tiempo para la formación del paciente”, asegura la doctora Fernández. Según se desprende del estudio, uno de cada tres anticoagulados querría participar más en las decisiones sobre su tratamiento y autogestionar su salud.

De hecho, desde FEASAN se pide a las administraciones que los pacientes valvulares, que no pueden recibir los nuevos tratamientos anticoagulantes, puedan controlar su nivel de coagulación en su domicilio si lo desean. “Igual que a un diabético se le facilita un medidor de glucosa, a todos los pacientes anticoagulados se les debería proporcionar un coagulómetro y tiras reactivas, una posibilidad que solamente tienen los pacientes de algunas comunidades autónomas”, subraya la doctora Fernández.

En cuanto a su calidad de vida, el 45% de los encuestados declara que la enfermedad que provocó la prescripción del tratamiento anticoagulante la ha empeorado: el 70% se cansa al caminar rápido, el 37% declara que tiene dificultad para realizar cosas y el 20% ha visto afectadas sus relaciones sexuales.

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