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03 June 2013

Las personas físicamente activas pueden alargar su esperanza de vida entre 3,3 y 4,5 años

Las personas más activas pueden llegar a alargar su esperanza de vida entre 3,4 y 4,5 años, según una investigación realizada con datos provenientes de seis estudios incluidos en el Consorcio de Cohortes del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos. La investigación, publicada en la revista científica ‘Plos Medicine’, analiza el IMC y la actividad física de una muestra cercana a los 640.000 individuos, mayores de 40 años.

El objetivo de este estudio, que publica el Newsletter sobre nutrición y actividad física de   Coca-Cola, fue determinar la relación entre la práctica de ejercicio físico en la edad adulta y el aumento de la esperanza de vida durante un periodo de seguimiento de diez años. Para llevar a cabo el análisis, se establecieron diferentes niveles de actividad física y los autores observaron una relación directa de los niveles de actividad física y los años de vida ganados.

Los resultados mostraron que la esperanza de vida se puede elevar hasta en 3,4 años en aquellos que realizan actividad física moderada, como puede ser caminar deprisa -en niveles iguales o ligeramente superiores al mínimo recomendado en las directrices de la Organización Mundial de la Salud-, y en 4,2 años para aquellos que superan en más del doble la recomendación de practicar ejercicio al menos durante 150 minutos a la semana.

Aunque varios análisis habían sugerido ya que la actividad física está relacionada con la ganancia de años de vida, hasta ahora nunca se había cuantificado la diferencia de esperanza de vida entre las personas con sobrepeso pero físicamente activas, frente a aquellas que presentan un peso normal pero son inactivas. Este ha sido otro de los aspectos analizados en el estudio: la influencia de la actividad física en la esperanza de vida según el peso de las personas. De esta manera, se observó que aquellas que presentaban un peso normal, y además eran activas, podían aumentar su esperanza de vida hasta en 7,2 años comparado con las que eran más inactivas y las más obesas (IMC> 35,0). Para llevar a cabo este análisis, los investigadores dividieron la muestra en cuatro grupos diferentes de personas, según presentaran normopeso, sobrepeso, obesidad clase I (IMC 30-34,9) y obesidad clase II (IMC mayor de 35).

Según se desprende del propio estudio, los datos extraídos podrían ser útiles a la hora de desarrollar un mensaje sencillo de salud pública que maximice las ventajas que ofrece la actividad física a la población.




Equilibrio energético

En 2012, otros autores publicaron en el ‘British Medical Journal’ un estudio elaborado por la Universidad de Durham (Inglaterra) a petición de la OMS, que investigó la relación existente entre la ingesta total de grasas y el peso corporal de adultos y niños. Con respecto a las implicaciones para la política de salud pública, los autores apuntaron que una “ingesta menor total de grasas conlleva reducciones pequeñas, pero estadísticamente significativas y clínicamente valiosas y sostenidas, en el peso corporal en adultos en estudios con una base de  ingesta de grasa de 28-43% de la ingesta de energía y una duración de entre seis meses y más de ocho años”. Los investigadores también apuntaron que las evidencias científicas muestran un efecto similar en niños y jóvenes. Mientras este estudio se centra concretamente en el consumo de grasa, lo cierto es que para lograr el equilibrio energético es necesario que la ingesta total de calorías -de cualquier fuente- no supere las calorías gastadas.



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