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10 June 2013

LA BRECHA DIGITAL DIFICULTA A LOS PADRES LA DETECCIÓN DEL CIBERACOSO ENTRE LOS MENORES

No existe un "síndrome del niño acosado" y
en cada caso las manifestaciones pueden ser muy diversas. Lo primero que
pueden notar los padres son cambios en los hábitos de sus hijos: en el uso
de dispositivos móviles o de Internet, ausencias repetidas a clase, ausencia
en actividades hasta ese momento preferidas, disminución del rendimiento
académico con disminución de la capacidad de concentración, cambios o
desaparición de amistades…También son muy significativos los cambios en el
estado de ánimo o la aparición de síntomas como insomnio, cefalea o dolor
abdominal de reciente aparición y sin causa aparente.



Cuando el acoso se produce en el entorno online, el llamado ciberacoso, el
principal problema es el mayor sufrimiento en las víctimas, al permanecer
más tiempo el objeto de burla o agresión en el medio virtual y aumentar la
audiencia que tiene acceso al daño que producen los ataques de los
agresores/as, provocando un mayor riesgo de trastorno del ánimo y del
suicidio.



A esto se suma la falsa sensación de impunidad y anonimato que tiene el
agresor en internet y la dificultad para detectar el ciberacoso, en lo que
influye sobremanera la llamada “brecha digital”. “Es la primera vez en la
historia de la humanidad en que los más jóvenes saben más que los adultos de
algún tema concreto”, explica la doctora María Salmerón, que ha participado
activamente en el 62 Congreso de la Asociación Española de Pediatría, en el
que ha pronunciado la ponencia “Ciberacoso y sus síntomas”.



En su opinión, nuestros jóvenes han nacido en la era tecnológica pero no han
tenido, en muchos casos, una educación previa en el buen uso de internet, ni
conocen sus riesgos. Saben usar la herramienta, pero no saben cómo hacerlo
de forma segura.



Para poner coto a esa carencia, los pediatras consideran que los padres
deben formarse en el entorno online y en las medidas de seguridad que
existen para proteger los dispositivos conectados a internet -y así, poder
controlar la actividad de sus hijos y sus relaciones virtuales-, además de
trasmitirles que en la vida virtual deben regir las mismas normas de
convivencia y de respeto al otro que en la vida real.



“No se trata de prohibir sino de educar, al igual que se educa a cruzar una
calle”, explica la doctora Salmerón. Una educación que debe iniciarse en
cuanto los menores empiezan a tomar contacto con las nuevas tecnologías, a
los 2-3 años de edad, y adecuar dichas normas según la edad.



Información y navegación segura para evitar riesgos

Las estadísticas indican que la mayoría de los niños y adolescentes tiene
acceso a internet -muchos de ellos a través del teléfono móvil-, y que el
82,5% se conecta a diario, la mayoría sin información previa y sin tener
instalados los programas adecuados para una navegación segura.



Un estudio realizado entre 2.412 escolares vallisoletanos de entre 13 y 18
años en el curso académico 2011-2012 pone de manifiesto que el 18,9% de
estos menores ha contactado con desconocidos; una cifra similar (18,7%) ha
llegado a tener a citarse y verse con un extraño con el que se ha contactado
a través de la red. Un 19,6% reconoce haber grabado o difundido imágenes de
otros sin su consentimiento. El 12,3% de estos estudiantes de ESO y
bachillerato afirma haber recibido llamadas o mensajes de compañeros con
insultos o amenazas, y son más, un 14,2%, los que relatan haberlo hecho a
través del ordenador o el teléfono móvil.



Estos datos coinciden con los del estudio realizado por INTECO en 2012
“Sobre Hábitos seguros en el uso de las TIC por niños y adolescentes y
e-confianza de sus padres” que destaca “el salto de casi 10 y 13 puntos
porcentuales respectivamente que separa las percepciones de hijos y padres
en cada una de las modalidades de acoso entre iguales. “Esto parece indicar
que los adultos no son del todo conscientes de los casos en que el origen
del peligro se encuentra en el propio menor”, advierte la doctora Salmerón.



Cualquier cambio de hábitos en el uso de las nuevas tecnologías, la
sensación de notar que “está diferente” y más si va unido a algún síntoma
físico, es un aviso de que algo no va bien. Para evitarlo, lo ideal es saber
qué hace el menor cuando está conectado, instalar un buen anti virus, un
corta fuegos y un programa de control parental. Igualmente, conviene
dosificar el tiempo de uso, tener el ordenador en un lugar común, controlar
el empleo de webcam, y que, por ejemplo, si nuestro hijo usa correo
electrónico lo haga desde una cuenta familiar; si tiene redes sociales, que
los padres seamos uno de sus amigos…



Hay que tener en cuenta, además, que no se trata sólo de evitar el
ciberacoso. Más frecuentes que él son los riesgos técnicos, adicción a
pantallas, la pérdida de privacidad, la suplantación de identidad, el acceso
a contenidos inapropiados y los fraudes económicos.



Otros trastornos online

El pediatra tiene un doble papel: la prevención primaria que es evitar que
ocurra un problema con las TIC y la prevención secundaria que es la
detección precoz de un caso. En el caso de la prevención primaria, se
debería incluir en los cuestionarios de las revisiones periódicas de salud,
preguntas acerca del uso de las TIC y ofrecer material a los padres y al
menor. En el caso de la prevención secundaria, como dice la Sociedad
Americana de Psiquiatría, todos los pediatras deberían tener formación en
este campo y se debería preguntar en cualquier consulta médica acerca de los
hábitos en las TIC y saber responder ante un caso: cuando se debe o no
denunciar y con qué rapidez, donde dirigirse, pasos a seguir, como obtener
pruebas válidas…



“Los hábitos saludables se deben promocionar desde la familia, desde la
escuela y desde el ámbito sanitario. El buen uso de las nuevas tecnologías
debería ser un tema prioritario para el  menor, por el elevado riesgo que
tiene para él, pero también para el adulto”, concluye la doctora Salmerón. 

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