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13 March 2013

Cansancio, falta de apetito y dolor abdominal pueden ser síntoma de enfermedad hepática en niños


A pesar de la creencia de que las enfermedades hepáticas son “cosa de adultos”, hoy se sabe que existen algunos de estos trastornos que comienzan en la infancia, aunque su detección en esa etapa no es fácil. Si bien el color amarillento, debido a la ictericia fisiológica es de sobra conocido en recién nacidos, a partir del primer año de vida la enfermedad hepática suele aparecer o  bien de forma asintomática o con síntomas inespecíficos, de ahí la dificultad de su diagnóstico, que suele hacerse en controles de salud por otros problemas, o en procesos preoperatorios. Además de ictericia, el cansancio, falta de apetito, dolor abdominal o articular son algunos de los síntomas de alerta que pueden llevar a diagnosticar algún problema hepático. Tal y como señala Carmen Camarena, hepatóloga infantil del centro d-médical “la hepatopatía severa en la infancia tiene múltiples causas de repercusión distinta en función del paciente. Por ello, si el niño sufre algunos de los síntomas anteriores es recomendable visitar al especialista, ya que a través de un análisis es posible ver la elevación de las transaminasas (enzimas localizadas en el hígado) y por consiguiente, saber la enfermedad hepática que afecta al niño”.

A diferencia del adulto en el que son pocas las causas que pueden producir elevación de esta enzima, en el niño hay más de cincuenta causas que pueden conllevar a una enfermedad hepática. Asimismo, la alteración de esta enzima se produce de forma secundaria a otras infecciones de repetición como otitis, amigdalitis y adenoiditis “esto es lo que se conoce como hepatitis reactiva”, apunta esta especialista.

En este sentido, algunas de las patologías infantiles más frecuentes asociadas a las enfermedades del hígado son grasa hepática (esteatosis), hepatitis viral, hepatitis autoinmune,  la enfermedad de Wilson y la deficiencia de alfa-1-antitripsina.

Principales patologías infantiles

Actualmente, existe una elevada prevalencia de sobrepeso y obesidad en los niños debido a unos hábitos alimentarios poco saludables y a la falta de ejercicio. Este trastorno no sólo puede ir acompañado de hipertensión, hipercolesterolemia o resistencia a la insulina, sino que frecuentemente se observa el desarrollo de depósitos de grasa en el hígado (esteatosis).  “Aunque inicialmente es un proceso benigno puede llegar a producir inflamación y necrosis hepática grave” añade la doctora Ángela de la Vega, hepatóloga infantil en el mismo centro.  En este sentido, añade que “tal y como se puso de manifiesto en el XXXVIII Congreso de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH), este trastorno puede provocar una seria lesión que precise incluso trasplante hepático”.

El manejo de la hepatitis viral es un problema complejo que requiere una alta experiencia. “A pesar de las campañas de vacunación, esta patología puede ser relevante y crónica en niños adoptados de áreas con alta prevalencia de infección por el virus de la hepatitis B: China, India, Rusia, así como en hijos de madres con hepatitis crónica por el virus de la hepatitis C”, señala de la Vega quien apunta que en estos casos “la severidad y la evolución dependerá del genotipo del virus, área geográfica, la edad, nutrición y el estado de vacunación del niño”.  El abordaje de esta patología con fármacos antivirales puede conseguir tasas de curación de hasta el 80% en el caso de la hepatitis C y cese de la actividad inflamatoria en la hepatitis B. 

Asimismo, otra de las patologías primarias del hígado es la hepatitis autoinmune, que se asocia frecuentemente a niños diabéticos y celiacos ante la más leve elevación de las transaminasas. El tratamiento precoz e individualizado permite evitar la evolución a formas más graves e incluso el desarrollo de cirrosis o la necesidad de trasplante. Para estas formas severas y en los niños que presentan efectos adversos en el tratamiento, ambas expertas inciden en que “puede ser necesario el empleo de fármacos inmunodepresores de última generación”.

Finalmente, existen otras enfermedades metabólicas como la enfermedad de Wilson y la deficiencia de alfa-1-antitripsina que pueden presentarse con una elevación de las transaminasas de forma asintomática.

Prevención y seguimiento

“Los padres se alarman y consultan ante la aparición de ictericia (coloración amarilla en un bebé), que es el síntoma más frecuente en esta edad, pero la mayoría desconoce que después del primer año de vida surgen otro tipo de enfermedades hepáticas que son asintomáticas”, advierte la doctora Camarena.  Por ello, los especialistas recomiendan que se realicen las pruebas genéticas, de imagen y estudios histológicos adecuados no sólo para investigar la causa, sino también para tomar, cuanto antes, las medidas más oportunas y evitar las secuelas que podrían resultar de no instaurarse un tratamiento para la patología hepática.

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