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29 February 2012

La deshidratación puede alterar el proceso y rendimiento mental

La Prof. Dra. Marcela González-Gross ahonda en la relación entre determinados nutrientes y la función cognitiva durante el XII Encuentro Nacional de Salud y Medicina de la Mujer (SAMEM) que se celebra del 29 de febrero al 2 de marzo en Madrid. Los antioxidantes, y la vitamina E en particular, pueden proteger al cerebro del daño causado por mecanismos oxidativos e inflamatorios.

Aunque la conexión profunda entre dieta y cerebro aún está sin desvelar, hoy sabemos que diversos nutrientes y otras sustancias pueden producir efectos positivos en la capacidad cognitiva. Aproximarse a esta relación es el objetivo de la intervención que la Prof. Dra. Marcela González-Gross realiza hoy en el XII Encuentro Nacional de Salud y Medicina de la Mujer (SAMEM), que se está celebrando estos días en Madrid.

‘Necesidades para mejorar nuestro estilo de vida y rendimiento mental’ es el título de la ponencia en la que la Prof. Dra. Marcela González-Gross, Profesora titular de Fisiología del Ejercicio y Nutrición Deportiva de la Universidad Politécnica de Madrid, ahonda en la relación que determinados nutrientes pueden ejercer en nuestra función cognitiva.

En concreto, la especialista señala que el estado de hidratación puede influir en la capacidad cognitiva, y que cuando el organismo pierde más del 2% de líquidos se produce una disminución en el rendimiento mental, lo que afecta a la capacidad de atención, memoria a corto plazo y concentración.

Según la Profesora González-Gross, la deshidratación puede alterar diversos procesos mentales así como la rapidez perceptiva, produciendo modificaciones significativas en la función cognitiva (percepción, atención, memoria, pensamiento y lenguaje), y en la coordinación motora, tiempo de reacción y discriminación perceptiva. Este estado influye de forma especialmente negativa a la función cerebral de los ancianos.

La experta destaca en su intervención que “una correcta hidratación puede ayudarnos en la prevención de muchos accidentes laborales y situaciones de bajo rendimiento, así como mejorar la sensación de bienestar”.


-Antioxidantes y Vitaminas
Los antioxidantes y las vitaminas son otros de los nutrientes relacionados con el rendimiento mental. Debido a la gran actividad metabólica del cerebro, éste es especialmente vulnerable al daño oxidativo, y los antioxidantes, -y la vitamina E en particular-, pueden protegerlo del daño causado por mecanismos oxidativos e inflamatorios. A este respecto, existen estudios que muestran un menor riesgo de enfermedad de Alzheimer mediante una ingesta mayor de alimentos ricos en vitamina E, como aceites vegetales, nueces, almendras y semillas.

En cuanto a determinados déficits vitamínicos, la experta señala que “se han asociado a alteraciones neurológicas. Las deficiencias de B12, B6 y Folato conllevan un acúmulo de homocisteína que aumenta el riesgo de enfermedad cerebro-vascular. De hecho, existen evidencias epidemiológicas que relacionan la Enfermedad de Alzheimer y la demencia vascular con la homocisteína”.


-Cafeína
Son ampliamente conocidos los efectos positivos que esta sustancia posee sobre el grado de atención y concentración mental. Junto a ellos, diversos estudios han puesto de manifiesto, en la actualidad, que la administración conjunta de cafeína y glucosa tiene efectos beneficiosos sobre la atención y el aprendizaje de las personas, así como sobre la memoria verbal. Además de mejorar el rendimiento en relación a la atención y la memoria de trabajo.

En concreto, la cafeína produce sobre el Sistema Nervioso Central (SNC) activación motriz, despertar y efectos reforzadores. Por lo que un hecho importante dado su potencial terapéutico, es que el consumo de cafeína produce más efectos beneficiosos sobre la capacidad de atención y la memoria cuando éstas presentan alteraciones o disfunciones, bien al aumentar la edad, o cuando existe estrés, fatiga, falta de sueño, etc. También hay indicios de que el consumo moderado de cafeína disminuye el riesgo de enfermedad de Alzheimer.


-Ácidos grasos
Otro buen ejemplo de nutrientes con influencia en la capacidad cognitiva, son los ácidos grasos poliinsaturados omega-3, esenciales para la función cerebral, especialmente el ácido docosahexaenoico (DHA). En este sentido, se han realizado múltiples estudios sobre la suplementación con omega-3 en niños con diversos grados de déficit cognitivos, encontrándose en general un aumento del rendimiento escolar. Por ello, el consumo regular de pescado, especialmente de pescado azul, se asocia con un 60% de reducción en el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.

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