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16 November 2011

Estudio sobre dieta y riesgo cardiovascular en España




La obesidad y el cáncer, aderezados con la diabetes, son ahora el enemigo mortal número uno, más que la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, agravadas por la diabetes. Así lo recogen los últimos resultados del estudio DRECE (Dieta y Riego de Enfermedades Cardiovasculares en España), una investigación que desde hace dos décadas analiza la relación entre los hábitos alimentarios y las enfermedades del corazón. El trabajo ha sido presentado esta mañana en Madrid por la ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, que ha destacado la importancia de estudios como este para después tomar las medidas políticas oportunas, precisamente basándose en diagnósticos ciertos.
Uno de los resultados destacados es que los españoles consumen menos calorías en la dieta que hace 20 años, sin embargo la tasa de obesidad aumenta. Además, la mortalidad por enfermedad cardiovascular es inferior a la de otros países de nuestro entorno, lo que cabe atribuir a los mayores niveles de colesterol HDL, el «bueno», de los españoles. Los investigadores también han subrayado que la diabetes es un determinante significativo de los fallecimientos precoces por enfermedad cardiovascular.








-Los españoles comen menos cereales y legumbres y más carnes, lácteos y refrescos




Más conclusiones: en estas dos décadas, los españoles hemos reducido la ingesta de cereales y legumbres y aumentado la de carnes, lácteos, refrescos, zumos y bebidas azucaradas. El doctor Miguel Ángel Rubio, uno de los ponentes del DRECE, ha mencionado el papel especialmente negativo de las bebidas refrescantes azucaradas, aunque sean «light». Crece el consumo de frutas y pescado, sobre todo a partir de los 50 años, pero tiende a bajar el de bebidas con alcohol, también del vino, mientras se mantiene el consumo de aceite de oliva. Finalmente, surge el cáncer como la primera causa de mortalidad precoz entre los españoles.
Según ha explicado el doctor José Antonio Gutiérrez, presidente del Instituto DRECE de Estudios Biomédicos, esta investigación, que comenzó en 1990, «es la única seguida durante 20 años para valorar la evolución de la morbimortalidad cardiovascular y su asociación con las costumbres dietéticas». Cerca de 5.000 personas de ambos sexos y de edades comprendidas entre los 5 y los 59 años (en origen, ahora tienen entre 20 y 70), representativas de la población española, han formado parte de este seguimiento, en el que han participado 52 centros de salud y más de 100 investigadores. De esas 5.000 personas iniciales de la muestra, 225 ya han muerto.
La población adulta española ingiere una media de 2.542 calorías diarias, en torno a 250 calorías menos que lo que consumía hace dos décadas. A pesar de ello, la tasa de obesidad en este periodo ha crecido de un 17% a un 21%, probablemente debido a un estilo de vida más sedentario. Pero la dieta española, sin ser la mejor posible, no ha empeorado. «Aunque aún consumimos menos hidratos de carbono de los que debiéramos, casi cumplimos las recomendaciones en lo que se refiere a proteínas y tipos de grasas», ha apuntado el doctor Agutín Gómez de la Cámara, el tercer ponente. Actualmente, el 42,2% de la energía que ingieren los españoles proviene de los hidratos de carbono (cereales, patatas, legumbres), por el 40,2% de 2003; un porcentaje mejor aunque todavía por debajo del 50% recomendado.
Respecto a la fuente de los hidratos de carbono, comemos menos legumbres, pero algo más de frutos secos. Además, ha disminuido la ingesta de cereales (pan, arroz, pasta…). Esta falta de aporte calórico se ha ido sustituyendo por otros alimentos como refrescos, zumos y demás bebidas azucaradas. «Este hecho puede pasar inadvertido, pero su asociación con la obesidad y el síndrome metabólico es claro», aclara el doctor Gutiérrez. Un aspecto positivo es el aumento notable en el consumo de pescado, alimento rico en proteínas, con mejor contenido de grasas y mayor aporte de ácidos grasos omega-3.
Afortunadamente, en España perduran hábitos alimentarios propios de la dieta mediterránea, como el consumo mayoritario de aceite de oliva. Pero se mantienen altos los consumos de quesos, bollería y aperitivos con elevado aporte energético, de grasas saturadas y ácidos grasos trans, poco deseables desde el punto de vista de la salud cardiovascular.








-La doble paradoja española
El incremento de las tasas de obesidad observado en la población española a pesar del descenso en la ingesta total de calorías es una de las «paradojas españolas». La obesidad «se da en mayor medida en zonas económicamente más desfavorecidas como Andalucía, Extremadura, Galicia y Canarias, donde hay una mayor proporción de personas con menor nivel socioecómico y cultural que acceden a un tipo de alimentos más baratos, que suelen contener más grasa o son más ricos en hidratos de carbono», apunta el doctor Rubio. Este achaca el aumento de obesidad al modo de vida sedentario: «Los jóvenes dedican cada vez menos tiempo a la actividad física y más a ver la televisión o a permanecer delante del ordenador, lo que, a su vez, puede incitar al sobreconsumo inadvertido de picoteos».
Aunque España cuenta con el mismo porcentaje de población con obesidad, con colesterol elevado o con hipertensión arterial que otros países del entorno, presenta unas de las cifras de mortalidad cardiovascular más bajas del mundo. Es la segunda paradoja. «Probablemente haya un origen genético para explicarla», indica el doctor Gómez de la Cámara.
Las enfermedades cardiovasculares constituyen, junto con el cáncer, la primera causa de mortalidad y morbilidad en los países desarrollados. En España, su efecto se traduce cada año en más de 125.000 muertes y alrededor de cinco millones de ingresos hospitalarios. Sin embargo, el 40% de las defunciones en menores de 74 años lo son por cáncer, mientras que la mortalidad por enfermedades cardiovasculares apenas alcanza el 16%. Analizando esta última cifra, Gómez de la Cámara advierte: «Detrás de estos fallecimiento precoces por enfermedad cardiovascular suele estar la diabetes. Y esto debería llamar la atención de los responsables de las políticas sanitarias sobre la importancia de detectar y tratar adecuadamente esta enfermedad».

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