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09 October 2011

Tietze y los dolores del esternón

Un dolor fuerte, sin motivo, oprime el pecho, asusta al paciente que piensa que lo que falla es su corazón. Un latigazo que corta la respiración y acaba con el aliento. Así se sienten quienes sufren de forma repentina el síndrome de Tietze o condropatía tuberosa de la unión costocondral, que no es más que una enfermedad que se caracteriza por inflamación del cartílago que une las costillas al esternón y de los tejidos blandos que lo rodean. Su incidencia no llega a las cinco personas de cada cien mil. A veces aparece tras un traumatismo torácico brusco, en relación con la tos persistente, como la que caracteriza la enfermedad pulmonar obstructiva crónica o una infección respiratoria aguda, tras el sobreuso de la extremidad superior o la cirugía del tórax.
Pero las fuertes molestias, el posible abultamiento y enrojeciemiento de la zona provocan el temor en los enfermos. Como explica Javier Nicolás García González, del departamento de Medicina Interna de la Clínica Universidad de Navarra, «para poder hablar de síndrome de Tietze es necesario descartar primero la existencia de otras enfermedades que puedan producir signos y síntomas similares. Se trata de una patología de causa no conocida y que afecta sobre todo a personas jóvenes entre los 20 y los 40 años».
Sin embargo, no resulta sencillo encontrar este diagnóstico en las consultas debido a la naturaleza rara de la afección. Como explica una paciente, María de 39 años: «El primer problema es el diagnóstico, que en mi caso tardó 12 años. Cuando no saben los médicos lo que tienes te mandan continuamente al psiquiatra o psicólogo y te atiborran a una serie de medicación innecesaria». De hecho, como manifiesta García, puede llevar a confusión en los primeros momentos: «En casos de comienzo agudo puede llegar a plantear el diagnóstico diferencial con la angina de pecho o el infarto de miocardio».

-Terapia
El tratamiento pasa por «el empleo de antiinflamatorios no esteroideos, y también pueden ser útiles las infiltraciones locales de anestésicos o de corticoides», apunta García. Pese a que los médicos manifiestan que ésta es una enfermedad con un pronóstico muy bueno, y con cierta tendencia a mejorar o incluso a desaparecer espontáneamente, en un plazo que normalmente no va más allá de dos meses, hay pacientes que debido a infratratamientos han prolongado su estado de malestar hasta años. Así le ha ocurrido a María, que tuvo que dejar el trabajo, que ha luchado porque le reconozcan una incapacidad y ahora pelea con fuerza para que todo esto no acabe en un deshaucio. «Por lo tanto resulta que tienes una enfermedad rara y la empresa, la sanidad y la seguridad social te persiguen como si fueras un delincuente e incluso en el ámbito familiar empiezas a tener una cierta incomprensión».

**Publicado en "LA RAZON"

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