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19 October 2011

Prevenir la transmisión de la tuberculosos de adultos a niños es clave para frenar su contagio

Durante 2009, se declararon en España 7.662 casos nuevos de tuberculosis, de los que el 7,7 por ciento fueron niños, según cifras del Centro Nacional de Epidemiología. Las mayores tasas de tuberculosis se dan en las grandes ciudades. Un ejemplo de ello es Barcelona, donde se declararon 15 casos de tuberculosis en menores de 15 años, donde 10 de ellos son niños de 0 a 4 años con una elevada tasa de incidencia tanto en niños como en niñas (10,4 por 100.000 y 18,2 por 100.000 respectivamente), según cifras de la Agencia de Salud Pública de la ciudad.
De acuerdo con la doctora Neus Altet, especialista de la Sociedad Española de Neumología Pediátrica (SENP) “la pobreza, la mala alimentación, la falta de higiene o de vivienda y la enfermedades que debilitan las defensas son factores de riesgo que incrementan la posibilidad de caer enfermo, factores que pueden ser agravados por la situación económica, política y social que sufren los países. De ahí que casi la mitad de los casos diagnosticados en España se presentan en personas que proceden de otros países: en general de países en desarrollo.
Los expertos afirman que todavía hace falta mucha investigación para mejorar los métodos de diagnóstico, encontrar sustancias eficientes que acorten la duración de la terapia, y crear mejores vacunas que protejan contra más formas de tuberculosis.
La tuberculosis es una enfermedad infectocontagiosa que se transmite por vía aérea y afecta sobre todo a los pulmones, aunque en una tercera parte de los casos puede causar lesiones en cualquier otro órgano o tejido. Esta enfermedad es producida por la bacteria llamada Mycobacterium tuberculosis o Bacilo de Koch, y es la que produce mayor mortalidad evitable en el mundo.
La principal fuente de contagio para los niños son los adultos que conviven con ellos y que sufren una tuberculosis contagiosa. Ante este foco de riesgo y, según los expertos, la clave para erradicarla se basa en: el diagnóstico precoz, el control del entorno del paciente y, el cumplimiento del tratamiento. Un niño en el que se diagnostica la infección o la enfermedad tuberculosa es como un “farolillo rojo”: cerca de él hay un adulto que quizás aún no sabe que sufre una tuberculosis.
Es clave destacar que ser portador de la infección por M. Tuberculosis no implica necesariamente enfermar. Cuando un enfermo, afectado a nivel pulmonar que es contagioso, estornuda, tose, habla o escupe, desprende gérmenes que quedan libres en el aire pudiendo ser aspirados por otras personas. El sistema inmunitario hace de barrera protectora manteniéndose la infección latente durante años, pero cuando aquel se debilita, aumentan las posibilidades de enfermar drásticamente.
La tuberculosis es una enfermedad curable, pero su diagnóstico y tratamiento eficaz supone un desafío en todos los países europeos. Según la Dra. Altet, en el caso de la tuberculosis infantil, el tratamiento - con una duración aproximada de 6 meses- es incómodo aunque generalmente bien tolerado, para el niño enfermo puesto que debe ingerir diversidad de medicamentos pero pueden minimizarse sus inconvenientes si se utiliza la medicación integrada.
Sin embargo, uno de los mayores retos a los que los científicos nos enfrentamos es la aparición de tuberculosis con resistencias a los medicamentos: la TB - Multidrogorresistente (TB-MDR) y la TB con resistencia ampliada (TB-XDR). Este tipo de tuberculosis - también se transmite de adultos a niños -, constituye una amenaza a nivel mundial, con medio millón de casos declarados anualmente y para los que muchas veces no existen tratamientos efectivos, por lo que puede tener una elevada mortalidad.

**Publicado en "MEDICOS Y PACIENTES"

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