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10 January 2011

El día del propósito de hacer dieta


Unos kilitos por aquí; unas lorzas por allá; unos vaqueros que estallan; un michelín que se asoma como «no» es debido; un barrigón —«él», siempre— que se desparrama. En fin, ¿qué les vamos a contar?. Lo de toda la vida. Acabadas las Navidades es difícil encontrar una familia en la que alguno de sus miembros no confiese que ha engordado. De verdad. Hagan la prueba. Basta salir a cenar con un grupo de amigos para comprobar cómo las cosas no son como antes. Me entienden. No, no están cómodos. Algo sobra. Pero no hay que poner el grito en el cielo. Hay que tener las cosas claras y saber que es más fácil adelgazar tres kilos —o los que sean— que intentarlo cuando la cifra ya se ha duplicado. Y para hacerlo nada de lanzarse a la desesperada a buscar la solución mágica y no atender a razones.
Las dietas «milagro» no existen y si está en su sano juicio no se le ocurra buscar cualquier solución para perder peso de la forma más rápida posible o dejarse llevar por diferentes circunstancias que van desde la publicidad engañosa de determinados medicamentos, hasta la simple recomendación de algún amigo. Una dieta para reducir peso debe ser siempre elaborada por una persona cualificada; de otra manera pone en peligro la salud. Sobre lo que sobre.
No admite error. Nada de andar por la vida con kilos y a lo loco. Sea donde sea la zona de su cuerpo donde los odiosos adipocitos se han instalado para cohabitar con usted muy a su pesar, nada de intentar deshacerse de ellos en un momento. Los «okupas» no se marchan así como así.
«Para mucha gente las dietas milagrosas son muy tentadoras. Pero de verdad que son contraproducentes y a menudo, demasiado inútiles. No sirve de nada perder unos kilos si no se consigue saber cómo evitar, no sólo recuperarlos, sino ganar aún más», advierte la doctora Samara Palma, endocrino y nutricionista de Imema, Instituto Médico Estético de Madrid. «Lo que hay que hacer es apostar por un plan integral que, en primer lugar, descarte cualquier otra posible patología; después reeducar al paciente en su conducta alimentaria, para que adquiera un patrón de alimentación saludable que le permita perder sobre todo grasa, sin caer en déficits de ningún nutriente y manteniendo la composición corporal adecuada».


-«Me cuido, no hago dieta»
También, dato curioso, cambiar el concepto de «estoy a dieta» por «ahora me estoy cuidando». Lógico. Lo primero implica claramente privación y de sobra es conocido que cualquier cosa prohibida se convierte en claro objeto de deseo; lo segundo, la opción de hacer algo positivo por uno mismo. Eso está bien. «Además el paciente debe saber cmo se está cuidando. Nosotros tenemos un programa de pérdida de peso en el que se incluye una encuesta dietética muy personalizada para establecer la actitud terapéutica a seguir y saber en qué puntos, puede, incluso sin querer, estar saboteando su programa de salud. Existe mucha información, pero a menudo confusa, sobre nutrición, y parte de la labor nuestra consiste en filtrar esa información y que el paciente sepa en qué está trabajando», puntualiza la doctora Palma. «También organizamos talleres interactivos de educación nutricional, dirigidos a la resolución de dudas que puedan surgir en la puesta en marcha del programa, aclaración de falsos mitos o ideas confusas sobre alimentación y dietas de adelgazamiento».
Así es. En cuanto a dietas se refiere los principios básicos no varían. Son los de siempre. Pero hay que tenerlos muy claros para no fallar. Ante el deseo —y el convencimiento— de que quiere devolver a su cuerpo el contorno perdido no está de más hacer un pequeño examen de conciencia y comprobar hasta qué punto su forma de vida puede influir en el aumento de peso. Vamos por partes. Para empezar, ¿Cómo y cuándo come? Porque es fundamental el tipo de comida que se ingiere y la forma en que se hace. «Hay mucha gente que por el tipo de vida que lleva come mal y de forma irregular, lo que afecta mucho al organismo. Otros no dan importancia a la alimentación y hacen auténticas burradas», indica David Mariscal desde la Clínica Mariscal. «Es fundamental acostumbrarse a mantener una dieta sana y equilibrada. Lo ideal para las personas con tendencia al sobrepeso es ingerir alimentos en el desayuno, a media mañana, en la comida, en la merienda y en la cena. Así cuando llega la hora de comer o de cenar no tienen tanta hambre y evitan comer demasiado. También al repartir las comidas queman lo que ingieren y no acumulan grasa».
Y, por supuesto, ejercicio. Una de las principales causas del aumento de peso es el sedentarismo. Si no le gusta el deporte y odia el gimnasio ande media hora al día, monte un rato en bici o, simplemente, suba las escaleras.


**Publicado en "ABC"


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