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17 December 2010

UN CATETERISMO RENAL REDUCE DRÁSTICAMENTE LA TENSIÓN EN PACIENTES HIPERTENSOS RESISTENTES AL TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO

Un dispositivo que bloquea la acción de los nervios del sistema simpático de las arterias renales es la última esperanza para los enfermos afectados por la forma más grave de hipertensión arterial, la denominada refractaria o resistente. Estos son los casos en los que los enfermos no pueden responder a la terapia habitual, incluso después de intentar con varias medidas y tratamientos farmacológicos. Se estima que entre un 5% y 15% de los hipertensos presenta esta variante, la más severa de todas, ya que incrementa el riesgo de sufrir accidentes cardio y cerebrovasculares y se asocia con graves secuelas en la función renal. Un 10% de estos pacientes acaba agotando todas las opciones terapéuticas.

Para ellos, un estudio internacional que acaba de publicarse en la revista The Lancet y en la que han participado un grupo de investigadores españoles miembros de la Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-LELHA), arroja una alternativa. Se trata de una intervención mínimamente invasiva que logra una reducción de la presión arterial significativa y mantenida en el tiempo. Los resultados del trabajo de investigación Symplicity HTN-2 han sido presentados en el Congreso de la American Heart Association (AHA), celebrado hace unos días en Chicago (Estados Unidos).
El procedimiento, conocido como Symplicity Catheter System, es similar al que se sigue para realizar una angioplastia coronaria. Se introduce el catéter que porta un dispositivo de radiofrecuencia a través de la arteria femoral hasta alcanzar las arterias renales. Una vez allí, el dispositivo libera una energía de radiofrecuencia de baja intensidad capaz de inhibir la hiperestimulación del sistema nervioso simpático (también conocida como denervación simpática renal), implicada en la hipertensión arterial mal controlada.

Su acción directa sobre los nervios renales se asocia con una reducción de las cifras de presión arterial del paciente por debajo de 170-90 mmHG y con ello, el número de fármacos antihipertensivos que debe tomar. “El dispositivo ha demostrado un descenso medio de la presión arterial de 32/12 mmHG, en comparación con un aumento de 1/0 mmHG en el grupo de control de pacientes que recibieron solamente tratamiento farmacológico”, explica el doctor José Antonio García Donaire, experto en nefrología del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid y uno de los investigadores de la SEH-LELHA que ha participado en el estudio.

“Los datos son de una enorme transcendencia, y es que cada aumento de presión arterial sistólica de 20 mmHg o de presión arterial diastólica de 10 mmHg se asocia al doble de riesgo de mortalidad de origen cardiovascular en un plazo de 10 años. Por el contrario, la reducción de la presión arterial sistólica en tan sólo 5 mmHg puede reducir el riesgo de infarto cerebral hasta el 30%”, precisa el doctor Luis Miguel Ruilope, jefe de la Unidad de Hipertensión Arterial del Hospital 12 de Octubre de Madrid e investigador del ensayo, quien destaca el buen perfil de seguridad del tratamiento.

Según este especialista, la intervención ejerce un efecto beneficioso a nivel global, al mejorar varias de las causas fisiopatológicas del trastorno hipertensivo. “Reduce la activación del sistema nervioso simpático a nivel renal, pero también se ha visto que mejora la actividad del sistema renina angiotensina y la función endotelial”, aclara.

En este sentido, el estudio abre una vía muy prometedora para los pacientes con hipertensión arterial refractaria en tratamiento farmacológico que, pese a ello, no logran controlar su presión arterial. El doctor Ruilope sugiere a este respecto la necesidad de disponer de un protocolo que determine qué pacientes refractarios son candidatos a recibir este tratamiento, una vez han agotado todas las opciones terapéuticas. Para ello, propone la creación de centros de referencia donde llevarse a cabo. Aún así, aclaran ambos especialistas, “conviene ser prudentes ya que aún se necesita más información para prever cómo evolucionarán los pacientes con los años y si los efectos que se logran con el procedimiento son duraderos”.

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