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20 November 2010

Investigan las regiones cerebrales encargadas de la lectura y su conexión con el lenguaje hablado y el reconocimiento facial


Hace unos 6000 años que inventamos la escritura. Probablemente se desarrolló para las transacciones comerciales o para evaluar los impuestos y otros registros del estado, una vez la agricultura y ganadería ya creaban excedentes alimentarios. Desde entonces hemos contado las vidas de Gilgamesh, Edipo o Hamlet; hemos relatado las aventuras reales o imaginarias de Hatshepsut, Marco Polo, Colón, Humboldt, Darwin, Amudsen o Nemo; hemos promulgado el Código Hammurabi, proclamado la Declaraciones de Independencia de Estados Unidos o la Carta de las Naciones Unidas; hemos escrito los Elementos de Euclides, los Principia de Newton, los 23 problemas de Hilbert, los números transfinitos de Cantor, la Relatividad de Einstein, el principio de incertidumbre Heisenberg o el teorema de incompletitud de Gödel.

Además hemos escrito novelas fabulosas que nos han permitido viajar con nuestra imaginación a otros mundos, otras mentes y otras épocas, hemos podido así sentir el dolor, la pasión, la vergüenza, el poder, el triunfo y la derrota de unos personajes salidos de la mente de algún hombre que quizás ya no esté entre nosotros. Hemos escrito también los más bellos versos, e incluso hemos escrito los libros sagrados sobre los que se han levantado las más variadas religiones, desde las más escasas y pacíficas a las más abundantes y violentas.Hemos leído desde entonces, entre otros sistemas pasados y futuros, sobre tablillas de barro, pergaminos, cortezas de abedul, DIN A4, tinta electrónica o pantallas LCD.

La tecnología ha evolucionado pero nuestro cerebro no lo ha hecho.Para la Biología 6000 años son muy pocos años desde el punto de vista evolutivo. El amigo lector que lee ahora mismo este texto está usando los mismos mecanismos neuronales que los que usaba un aprendiz de escriba hace miles de años al leer, a orillas del Nilo, un papiro con las oraciones dedicadas a algún dios tenebroso.Si tenemos esa capacidad de leer es porque nuestro cerebro es lo suficientemente flexible como para dedicar ciertas partes de él, que normalmente se dedican a otras tareas, para que sirvan a la lectura. Pero, ¿qué partes son esas?Para investigar este asunto Stanislas Dehaene, junto con otros compatriotas franceses y colaboradores de Bélgica, Portugal y Brasil, ha estudiado la actividad cerebral de 63 voluntarios entre los que había 31 que aprendieron a leer de pequeños, 22 que aprendieron de adultos y 10 que eran analfabetos

Aquellos que leían, independientemente de cuándo aprendieron a hacerlo, exhibían una respuesta más intensa a las palabras escritas en varias regiones cerebrales encargadas del procesamiento visual.Basándose en trabajos previos, estos investigadores sostienen que una de estas regiones, la unión de los lóbulos occipital y temporal es especialmente importante en la lectura. Además, en las personas que sabían leer (pero no en los demás), las palabras escritas disparaban actividad cerebral en el lóbulo temporal que es responsable del lenguaje. Esto sugiere que la lectura usa circuitos cerebrales relacionados con el lenguaje hablado, una innovación mucho más antigua en la comunicación humana que la escritura.Según Dehaene tiene sentido que la lectura descanse en regiones cerebrales que originalmente evolucionaron para procesar la visión y el lenguaje hablado. Pero, a cambio, este logro tiene un costo. Los investigadores encontraron que, en las personas que aprendieron a leer de pequeños, la parte del córtex temporal occipital dedicada al reconocimiento facial es más pequeña que en los analfabetos. Dehaene sugiere que la lectura debe de competir por el acceso a esta parte del cerebro con otras tareas, como la percepción facial. Si es así puede que la lectura haga que la gente reconozca peor las caras. Estos mismos investigadores ya están realizando experimentos al respecto.

Los hallazgos avalan la idea de Dehaene de que el córtex temporal occipital es una región donde el cerebro experimenta adaptaciones importantes para procesar el lenguaje escrito.Según Brian Wandell, de la Universidad de Stanford y no involucrado en este estudio, el cerebro se hace más flexible con la edad, así que sería interesante saber si esta región cambia cuando las personas aprenden a leer de adultos .En todo caso, espero que el amigo lector haya podido viajar un poquito con su imaginación, gracias a este texto, por los vericuetos de nuestro cerebro.


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