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23 November 2010

Ariadna Sanz Escartín: "En Barcelona ya no hay epidemias por falta de higiene"


La bióloga Ariadna Sanz analiza esta tarde (19.15) en el Centre Cívic La Sedeta las epidemias y las guerras que acecharon a Barcelona durante el siglo XIX y los importantes cambios urbanísticos, institucionales y sociales que surgieron a la hora de enfrentarse a ellas.
-¿La actual política urbanística de Barcelona favorece la salud pública?
-Mira al individuo, protege al peatón, abre zonas verdes y carriles bici. Los grandes temas pendientes son la polución y el exceso de ruido. No obstante, es una de las ciudades europeas más avanzadas. En Barcelona ya no hay grandes epidemias por falta de higiene. El saneamiento, el acceso al agua potable, la luz... todos los recursos básicos que aseguran la salud están cubiertos. La lucha ahora es por la optimización, por mejorar aún más la vida social, como que los niños no se queden encerrados en casa y puedan salir a jugar fuera.
-¿Cuáles son los avances urbanísticos que se forjaron en el siglo XIX?
--Pasó de ser una ciudad medieval a una urbe abierta y estructurada, un motor económico y cultural.
-¿La mejora llegó con el derrumbe de las murallas en 1854?
-Sí. Antes el ayuntamiento convocó un concurso para aportar ideas sobre los beneficios de derribarlas. El ganador fue Pere Felip Monlau, médico higienista, que tituló su manifiesto: Abajo las murallas!!!, sí con tres admiraciones consecutivas. Hasta entonces la vigilancia militar prevalecía, pero Barcelona crecía y crecía. A partir del reinado de Carlos III hubo un brote demográfico y económico que reclamaba otro modelo de ciudad. Por cuestiones de defensa, la normativa impedía construir fuera de las murallas. Las casas cada vez eran más altas, las pequeñas fábricas con sus humos y olores estaban en ese epicentro, los residuos iban en aumento, las cloacas no se reformaban y el aire era poco saludable. Barcelona llegó a ser una olla a presión a punto de explotar.
--¿Qué era lo más peligroso?
-Las enfermedades infecciosas. El cólera y la tuberculosis terminaron siendo epidemias por las murallas. La fiebre amarilla que llegó por el puerto en 1821 causó 9.513 muertes. Se llegó a aislar toda Barcelona.
-¿Qué hicieron con tanto cadáver?
--Se enterraron en el cementerio de Poblenou, que hasta entonces no había tenido buena acogida. Los entierros por tradición y cercanía se hacían en los pequeños camposantos de las parroquias. Pero la epidemia desbordó su capacidad y los cuerpos se llevaron a Poblenou por indicación de la normativa gubernamental. En 1883 se abrió el cementerio de Montjuïc, que también empezó a ser visitado a raíz de otro brote de cólera, el de 1885, el más brutal que ha padecido Barcelona. Los cementerios municipales consolidaron los registros sociodemográficos, imprescindibles para el estudio epidemiológico de la población.


**Publicado en "El Periódico de Catalunya"

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