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28 September 2010

Viajes: Taiz, el Valle de estrellas


Una de las rutas más impresionantes que lleva a Taiz es que parte de Sana´a. Un viaje hacia el sur de unos cuatrocientos kilómetros que ribetea las cimas de las montañas de Samara y que atraviesa las ciudades de Dhamar, Sunarah e Ibb. A lo largo de este camino el paisaje cambia de los áridos marrones de las laderas de las montañas a los verdes valles que nacen de precipicios y terrazas. El camino se aleja de las alturas de la capital, situada a unos 2.200 metros, para situarse al llegar a Taiz a unos 1.200 metros. Si se llega al caer la noche es muy probable que se tenga la sensación de aterrizar en todo un valle de estrellas. Es la mejor bienvenida que Taiz puede dar a sus visitantes.
Al llegar a esta ciudad de casi medio millón de habitantes lo primero que te seduce son las calles enclavadas en el pasado. Te invitan a caminar por el pavimento de piedra y arena que evita que los fuertes torrentes de agua provenientes de las montañas se lleven consigo el asfalto.
La ciudad antigua de Taiz data de hace miles de años. Fue elegida capital varias veces a lo largo de su historia por su seguridad y su aislamiento. Muestra de ello es su fortaleza Qahira, donde los reyes instruían al primogénito de los Sheiks, los hombres sabios más importantes del reino. Además de instruir notables y guerreros, el rey se aseguraba con esta educación la lealtad de sus siervos. En la actualidad la fortaleza ha sido restaurada y continúa vigilando la ciudad de frente con las imponentes montañas de fondo, destacando Jabel Saber de 3.070 metros de altura. Es la reina de las montañas en el paisaje de Taiz. Desde la cima, al caer la noche, se puede comprobar el porqué del sobrenombre de la villa: “la ciudad de las estrellas”.
Por el día se asoma el impresionante valle que alberga los principales cultivos de la zona, principalmente, frutas, hortalizas y qat. Ya en la ciudad, la Madraza Ashrafite y la Mezquita Al Muzafar llenan de contraste el entorno urbano con la claridad de su piedra frente a los tonos oscuros de las montañas que la rodean.
Para saborear el encanto de la ciudad, nada mejor que comenzar con el toque Shaibani de la cocina de Taiz. Incluye delicias como pescado especiado y un postre elaborado con trozos de pan y miel yemení. Además no hay que olvidar su tradicional forma de tomar el té que acompañan de sabrosos dátiles.
Otra de las costumbres más afamadas de la ciudad son los tatuajes con los que las mujeres decoran su cuerpo. Los dibujan en su piel con el naqsh taizi, una mezcla del clásico naqsh negro para delimitar el dibujo y henna roja para rellenar el diseño. A estos tatuajes las mujeres los engalanan con la artesanía y la joyería de la zona que destaca por su ancestral elaboración en los diseños.
La cordillera yemení que rodea Taiz, con toda la variedad de sus paisajes, forma parte del tesoro natural más sobrecogedor e impresionante de todo Yemen. A ello hay que añadir la calidez y hospitalidad de su gente, siempre dispuesta a recibir al visitante con las manos abiertas.


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