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15 November 2009

El 60% de los casos de VIH/SIDA en jóvenes y adolescentes son mujeres


Los médicos que atienden a mujeres con VIH/SIDA se esfuerzan cada día por dar a sus pacientes la mejor atención posible y eso requiere tener en cuenta las diferencias que la infección tiene en ellas en aspectos concretos como la carga viral, el efecto en su salud mental, las consecuencias sobre la redistribución de la grasa o las interacciones farmacológicas. Por eso, los expertos lo tienen claro: el manejo del VIH requiere una Perspectiva de género, título del encuentro que hoy se celebra, con la colaboración de Bristol-Myers Squibb, en la 12 Conferencia Europea sobre SIDA, que estos días tiene lugar en Colonia, Alemania (11-14 de noviembre).
Con más de 33 millones de personas infectadas, el VIH/SIDA está considerado como una epidemia global. Más de la mitad son mujeres y este proceso de feminización va a más, sobre todo entre las más jóvenes. Concretamente, hay 17 millones de infectadas con edades comprendidas entre los 15 y los 49 años. Si se acota aún más el segmento de edad, por ejemplo entre los 15 y los 24 años, el porcentaje de afectadas asciende al 60% 2. Un fenómeno que no se limita únicamente a los países en vías de desarrollo. Ya en 2007, más del 30% de los infectados fueron mujeres.
El encuentro celebrado en Colonia ha convocado a especialistas de todo el mundo para analizar aspectos concretos en relación a la mujer con VIH/SIDA como la investigación del tratamiento del VIH, el manejo de esta infección durante el embarazo, los efectos de los fármacos en la contracepción, los aspectos psicosociales en su abordaje o el impacto de la enfermedad en el entorno familiar.

En España, los últimos datos del Plan Nacional del SIDA confirman que en nuestro país hay una tendencia creciente a que cada vez haya más casos de mujeres que se han infectado a través de una relación sexual. Existe, además, una escasa investigación sobre el SIDA y la mujer. Según la doctora María José Galindo, de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Clínico de Valencia, “apenas hay estudios realizados bajo una perspectiva de género, hasta el punto de que ya en los años noventa, la propia FDA elaboró un documento cuyo objetivo era que se reclutaran más mujeres en los ensayos clínicos. Hasta ahora, la mayoría de trabajos han estado dirigidos al embarazo y a la transmisión materno-infantil”.

Según la profesora Jane Anderson, directora del Centro de Estudio de Salud Sexual y VIH del Hospital Universitario de Homerton, Reino Unido, las mujeres afectadas deben ser consideradas como un grupo específico en el que la enfermedad viene marcada por una serie de factores, entre los que destaca el papel que juega el género en la mayor vulnerabilidad a la infección y en la capacidad para acceder a la mejor atención posible. “Este encuentro es un importante paso adelante en ese esfuerzo por dar voz a pacientes que en la mayoría de los casos carecen de ella”, comenta.
Un problema común a muchas mujeres que adquieren el VIH es el hecho de que a menudo sus parejas les han ocultado conductas de riesgo.4 En determinadas sociedades lo habitual es que el varón tenga múltiples parejas, con lo que eso conlleva si no son relaciones protegidas. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde el plano puramente físico las mujeres son más vulnerables a la hora de infectarse que los hombres. La probabilidad de que el varón transmita el virus es dos veces mayor que lo contrario. Las características de los órganos sexuales de las mujeres también facilitan más el contagio por el VIH entre ellas.6 Las más jóvenes tienen incluso un riesgo mayor puesto que sus vaginas no están recubiertas por células protectoras.6 La presencia de una enfermedad de transmisión sexual (ETS) incrementa el riesgo de VIH. A esto hay que añadir que hasta el 80% de las ETS no presentan síntomas o pasan desapercibidas en las mujeres.


-Respuesta a la enfermedad
El organismo de la mujer infectada responde desde el principio de manera diferente. Presentan diferencias en aspectos como la carga viral, las características farmacocinéticas de los tratamientos e, incluso, en los efectos secundarios a la medicación antirretroviral; en ellas son distintas las erupciones cutáneas graves, la redistribución de la grasa corporal o los síntomas depresivos. “Aunque hay datos que sugieren que las mujeres responden de otro modo a la enfermedad y las terapias, luego no hay información suficiente para orientar la toma de decisiones a la hora de aplicar un tratamiento o seleccionar una dosis”, explica la profesora Anderson.


-Impacto social
El impacto social del VIH/SIDA en las mujeres trasciende a todos los aspectos de su vida. Los estudios sugieren que están estigmatizadas y con frecuencia sufren más discriminación que los hombres. Es más común que tengan que enfrentarse a situaciones duras y que lo hagan además en peores condiciones. En algunos casos, sufren maltrato y son obligadas a abandonar sus casas. El miedo al estigma y sus consecuencias puede incluso alejarlas del acceso a los servicios de salud y a la posibilidad de recibir información sobre el VIH.9 Es frecuente que desconozcan que tienen que tomar medidas preventivas y la disponibilidad de tratamientos. La doctora Galindo asegura que las mujeres apenas son conscientes de que en una relación sexual, por motivos físicos, corren un riesgo mayor de contraer la infección. “Aún no se ha hecho el esfuerzo informativo que sí se hizo en su momento sobre la transmisión vertical madre-hijo o entre los homosexuales. Los programas de intercambio de jeringuillas han conseguido controlar bastante el riesgo de infección entre los usuarios de drogas inyectables. Sin embargo, en el caso de la mujer, hay detrás problemas sociales, económicos, de discriminación e incluso violencia de género, que dificultan seriamente que les llegue la información adecuada”.

-Seguimiento específico
La doctora Galindo recuerda que las mujeres con VIH van cumpliendo años y eso exige seguimientos concretos. Por ejemplo, en ellas es común la menopausia precoz, lo cual supone, según esta experta, la necesidad de valorar la densidad mineral ósea, analizar si hay osteoporosis, si hay interacciones entre los antirretrovirales y los tratamientos hormonales. “También debemos extremar el control ginecológico por si apareciera un cáncer de cervix o cuello uterino, ya que es muy común entre ellas la infección por el virus del papiloma”.

Aunque no hay información sobre si las mujeres cumplen el tratamiento mejor o peor que los hombres, la doctora Galindo advierte que hay datos de un estudio que, a pesar de ser americano y con pacientes marginales, revela que detrás de muchos fracasos terapéuticos hay mujeres que, antes que pacientes, son cuidadoras de sus hijos, parejas o padres. “En cierto modo, se abandonan para cuidar de los demás y ése es un problema porque cuando llegan al hospital ya están muy deterioradas”, explica.

Ophelia Haanyama Orum asegura que, como mujer y madre afectada por el VIH, “cada aspecto de mi vida está absolutamente marcado por mi condición de paciente: desde cuidar de mi familia hasta contribuir a su mantenimiento pasando por velar por su salud se convierten en tareas realmente duras”. Esta paciente, que ha contado su testimonio en este encuentro celebrado en Colonia, señala que a medida que aumenten los avances en la investigación y se dispongan de las conclusiones claves en las diferencias de género existentes en VIH, los especialistas tendrán más capacidad para identificar necesidades y tomar las decisiones más adecuadas que redunden en nuestro beneficio. “Ojalá que un entendimiento mejor del SIDA en la mujer pueda traducirse en una menor mortalidad y en una mayor esperanza de vida para las millones de afectadas”.

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