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15 July 2009

Los hematólogos consideran los nuevos tratamientos anticoagulantes como el inicio de una revolución farmacológica

Las enfermedades cardio-vasculares, como la embolia pulmonar, las trombosis venosas o arteriales, el infarto agudo de miocardio o el ictus cerebrales, continúan siendo la principal causa de mortalidad en los países desarrollados y, por tanto, también en España. Los anticoagulantes son el tratamiento elegido para ellas por su capacidad para dificultar el proceso de coagulación de la sangre y, consecuentemente, prevenir la trombosis o las embolias. Aunque los anticoagulantes disponibles hasta ahora han evitado numerosos episodios tromboembólicos, no están exentos de riesgos. Por eso, la Asociación Española de Hematología y Hemoterapia (AEHH) recuerda la importancia de investigar nuevos fármacos anticoagulantes que sean más eficaces y que faciliten el manejo de estas enfermedades. En este sentido, el doctor Evarist Feliu, presidente de la AEHH, asegura que "la disponibilidad de nuevos anticoagulantes supone el inicio de una revolución farmacológica en el campo de la anticoagulación, ya que aportan más seguridad, eficacia y comodidad para el paciente. No obstante, es necesario seguir investigando en esta área de la medicina de forma continuada".
La trombosis arterial se produce cuando se forma un coágulo de sangre (trombo) sobre una placa (ateroma) rota en la pared de un vaso sanguíneo. La ruptura de la placa y el posterior desarrollo de un coágulo, pueden causar una obstrucción parcial o completa de una arteria en varias partes del cuerpo, dando lugar a un infarto de miocardio, un ictus, etc. Por su parte, la etiología de la trombosis venosa es más compleja y se debe a un desequilibrio en el normal funcionamiento de la coagulación sanguínea y otros sistemas defensivos como la fibrinolisis, la pared del vaso, etc., mientras que las embolias cerebrales o sistémicas, localizadas en otras áreas del organismo, son el resultado de pequeños trombos que se originan en el corazón en pacientes con cardiopatías, prótesis valvulares o arritmias cardíacas. Como explica el doctor Feliu, "el origen de la trombosis es multifactorial, y entre los factores más importantes en la trombosis venosa encontramos, entre otros, la edad, el cáncer o las intervenciones quirúrgicas, mientras que en el caso de la trombosis arterial periférica y del infarto agudo de miocardio factores como el tabaquismo, la hipercolesterolemia o la diabetes tienen más trascendencia".
En todos estos casos, la función de los fármacos antitrombóticos es actuar sobre las plaquetas o sobre los factores de la coagulación de tal manera, que se produzca un efecto anticoagulante que prevenga de la enfermedad tromboembólica. "La duración del tratamiento depende de la enfermedad. Así, en los pacientes portadores de prótesis valvulares cardiacas, en las trombosis de repetición y en algunos casos de arritmia completa por fibrilación auricular, el tratamiento es de por vida", afirma el doctor Feliu.

-Un antes y un después del tratamiento antitrombótico
Durante más de 60 años las heparinas y los antagonistas de la vitamina K han sido los únicos anticoagulantes disponibles para evitar y combatir los fenómenos trombóticos. Las heparinas están preferentemente indicadas para prevenir y tratar la enfermedad tromboembólica venosa, mientras que los antivitaminas K se emplean para evitar el embolismo sistémico en pacientes con arritmias cardíacas, prótesis valvulares, infartos agudos de miocardio y otras alteraciones. Así, añade, el doctor Feliu, "en España aproximadamente un 1,7% de la población está en tratamiento con antivitaminas K, es decir, alrededor de 700.000 personas. No obstante, se produce un incremento anual de un 20% o, lo que es lo mismo, el número de pacientes se duplica cada 5 años. Por ello es fundamental la mejora de los tratamientos".
Aunque actualmente las heparinas, que se suelen emplear en fases iniciales del tratamiento, no precisan en la mayoría de los casos controles analíticos para su dosificación, los antivitaminas K, requieren controles clínicos y biológicos muy frecuentes para ajustar la dosis. "Además, en el caso de estas últimas, se pueden producir interacciones con alimentos y otros fármacos, por lo que se precisan monitorizaciones frecuentes de la razón normalizada internacional (INR) para garantizar su eficacia y evitar las complicaciones hemorrágicas, que son el efecto adverso más frecuente", explica la doctora María Fernanda López, vicepresidenta de la AEHH y responsable de la Unidad de Hemostasia y Trombosis del Complejo Hospitalario Universitario de la Coruña.
"Sin embargo, desde principios del presente año, ya se dispone de dos nuevos anticoagulantes orales aprobados para la prevención de la enfermedad tromboembólica venosa en pacientes sometidos a cirugía ortopédica de cadera y de rodilla. Ambos ofrecen importantes beneficios frente a sus antecesores, ya que se administran por vía oral, el inicio de su acción es rápido, presentan pocas interacciones fármaco-alimentarias y no precisan monitorización", explica el doctor Feliu.
"En este sentido, si los nuevos estudios actualmente en marcha, demuestran la eficacia de éstos agentes para nuevas indicaciones y se demuestra que otros anticoagulantes, que ya se están investigando, son eficaces, tienen menos efectos adversos y se logra desarrollar antídotos eficaces que neutralicen su efecto en caso de hemorragias graves, se podría catalogar esta nueva generación de agentes antitrombóticos como anticoagulantes casi ideales", concluye la doctora María Fernanda López.

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